El vaso

El problema que tiene Begbie es... bueno, Begbie tiene muchos problemas. Una de las cosas que más me preocupaban era que uno no podía relajarse de verdad en su compañía, especialmente si iba mamao. Siempre me sentí como si una ligera alteración en la percepción que el cabrón tuviese de ti sería suficiente para transformar  tu estatus de gran colega al de víctima perseguida. El truco consistía en soportar al desgraciao sin que te viese como un primo demasiado descaradamente rastrero.


Aun así, cualquier irreverencia abierta tenía lugar dentro de límites estrictamente definidos. Estas fronteras eran invisibles para los extraños, pero uno acababa desarrollando un sentido intuitivo de dónde estaban. Incluso entonces, las reglas cambiaban constantemente con los estados de ánimo del cabrón. La amistad con Begbie era la preparación ideal para embarcarse en una relación con una mujer. Te enseñaba a ser sensible, a tener conciencia de las cambiantes necesidades de la otra persona. Cuando yo estaba con una chica, solía comportarme del mismo modo discretamente complaciente. Al menos, durante un tiempo.


Begbie y yo habíamos sido invitados al veintiún cumpleaños de Gibbo. La cosa iba de etiqueta, con parejas. Yo llevé a Hazel, y Begbie llevó a su chica, June. June estaba preñada, pero no se le notaba. Nos encontramos en un pub en Rose Street, lo cual fue idea de Begbie. Sólo los mamones, los gilipollas y los turistas ponen el pie en Rose Street.


Hazel y yo teníamos una relación extraña. Nos hemos venido viendo de vez en cuando desde hace unos cuatro años. Tenemos una especie de entendimiento acerca de que cuando yo estoy con el jaco, ella simplemente se desvanece. La razón por la que Hazel se queda conmigo es porque ella está tan hecha polvo como yo, pero, en vez de resolverlo, ella lo niega. Con ella es el sexo lo que está en la raíz de los problemas y no las drogas. Hazel y yo raramente tenemos relaciones sexuales. Eso se debe a que normalmente estoy demasiado colgado para tomarme la molestia y en cualquier caso ella es frígida. La gente dice que no existen las mujeres frígidas, sólo hombres inexpertos. Eso es verdad hasta cierto punto, y yo sería el último capullo bajo el sol en hacer grandes alegatos a mi favor en ese apartado, mi abismal historial de carrera yonqui habla por sí sola. 


La cosa es que a Hazel se la folló su padre cuando era una chiquilla. Una vez me lo dijo cuando estaba totalmente ida. Yo no podía hacer gran cosa, porque también estaba ido. Cuando intenté hacer que hablara de ello más tarde, no quiso saber nada. Todas las veces desde entonces han sido un desastre. Nuestra vida sexual siempre lo ha sido. Tras darme largas sin parar, acababa por dejarme metérsela. Ella se ponía tensa, estrujaba el colchón y apretaba los dientes, mientras yo hacía lo que tenía que hacer. Al final lo dejamos. Era como acostarse con una tabla de surf. Ni todos los juegos preliminares del mundo podían lograr que Hazel se relajara. Sólo la ponían más tensa,  casi físicamente enferma. Espero que algún día encuentre a alguien que pueda lograrlo. De todos modos, Hazel y yo teníamos un extraño pacto. Nos utilizábamos el uno al otro en un sentido social, ésa es la única forma de describirlo, para proyectar cierto barniz de normalidad. Es un gran camuflaje para su frigidez y mi impotencia inducida por el jaco. A mi madre y a mi padre se les caía la baba con Hazel, viéndola como nuera en potencia. Si ellos supieran. De todos modos, había llamado a Hazel para que me acompañara esta noche por ahí; dos desastres juntos.


El Pordiosero había estado privando antes de que nos encontráramos. Embutido en un traje tenía un aspecto turbio y amenazante, como les ocurre a los manguis, con la tinta china sobresaliendo por el cuello de la camisa y los puños. Estoy seguro de que los tatuajes del Pordiosero buscan la luz, resentidos de verse cubiertos.


"¡Cómo está el jodido Rent Boy!", carraspea ruidosamente. La corrección jamás ha sido el punto fuerte del cabrón: "¿Va todo bien, muñeca?", le dice a Haze. "Vas elegante que te cagas. ¿Ves a este cabrón?" Me señala. "Estilo", dice enigmáticamente. A continuación se explaya. "Este hijoputa es un inútil pero tiene estilo. Un hombre de ingenio. Un hombre con clase. Un hombre no tan distinto del buen Begbie."


Begbie siempre imaginaba cualidades en sus amigos, y a renglón seguido las reclamaba sin vergüenza alguna para sí mismo.


Hazel y June, que en realidad no se conocían bien la una a la otra, entablaron sabiamente conversación, cargándome a mí con el Pordiosero, el General Franco. Me di cuenta de que hacía mucho tiempo que no bebía con Begbie a solas, sin otros colegas para darme un respiro ocasional. Solo, era estresante. 


Para llamarme la atención, Begbie me pega un codazo en las costillas con tal ferocidad que habría sido considerado agresión de no haber sucedido entre compañeros. Después empieza a hablar sobre algún vídeo gratuitamente violento que ha estado viendo. El Pordiosero insiste en escenificar todo el puto rollo, mostrando golpes de kárate, estrangulaciones, puñaladas, etc., sobre mí. Su explicación de la película dura el doble que la propia película. Voy a tener algunos moratones por la mañana, y aún no estoy ni pedo.


Estamos bebiendo en la parte de arriba del bar, y nuestra atención recae en un pelotón de piraos que entran en el atiborrado pub. Entran fanfarroneando, haciendo ruido y amenazando.


Odio a los cabrones de ese tipo. Cabrones como Begbie. Cabrones a los que les mola darle con un bate de béisbol a todo dios que sea distinto; pakis, maricones y así sucesivamente. Putos fracasados en un país de fracasados. De nada sirve echarles la culpa a los ingleses por habernos colonizado. Yo no odio a los ingleses. No son más que unos gilipollas. Estamos colonizados por gilipollas. Ni siquiera somos capaces de escoger una cultura decente, vibrante y saludable por la que hacernos colonizar. No. Estamos gobernados por unos gilipollas decadentes. ¿En qué nos convierte eso a nosotros? En lo más bajo de entre lo más bajo, la escoria de la tierra. La basura más desgraciada, servil, miserable y lamentable jamás salida del culo del Creador. Yo no odio a los ingleses. No hacen más que apañarse con la mierda que les ha tocado. Yo odio a los escoceses. 


Begbie no para de largar sobre Julie Mathieson, que le ponía cachondo. Julie siempre le odió. A mí Julie me gustaba mucho, quizá por eso mismo. Era una tía muy enrollada. Tuvo un bebé cuando era seropositiva, pero el bebé estaba limpio, gracias al copón. El hospital envió a Julie a casa en una ambulancia con el bebé con dos tíos vestidos con trajes como a prueba de radiaciones, cascos y todo el mogollón. Esto fue en 1985. Tuvo el efecto previsible. Los vecinos lo vieron, alucinaron y la jodieron hasta echarla de la casa. Una vez que te colocan la etiqueta de seropositiva, ya la has pringado. Sobre todo una chica sola. Un acoso detrás de otro. Finalmente tuvo una crisis nerviosa y, con su sistema inmunológico averiado, fue presa fácil para el asalto del sida.


Julie murió estas últimas navidades. No llegué al funeral. Estaba tumbado sobre mi propio vómito en un colchón en el queo de Spud, demasiado jodido para moverme. Fue una pena, porque Julie y yo éramos buenos colegas. Nunca follamos ni nada de eso. Los dos pensábamos que eso cambiaría las cosas demasiado, como lo hace en las amistades chico/chica. El sexo por lo general las convierte en verdaderas relaciones o les pone fin. Se va para atrás o para delante después de follar, pero mantener el mismo trato es difícil. Julie tenía muy buen aspecto cuando empezó con el jaco. Les pasa a la mayoría de chicas. Parece sacarles lo mejor. Siempre parecer dar al principio, antes de quitar con intereses. 


El epitafio de Begbie para Julie es: "Vaya forma de desperdiciar un buen pedazo de chocho."


Lucho contra el impulso de decirle qué desperdicio sería gastar con él una bala plateada. Intento no mostrar mi rabia; sólo conseguiría que me partiera la boca. Me voy abajo a subir otra ronda.


Esos cabrones piraos están en la barra, empujándose unos a otros, y a los demás. Hacer que le sirvan a uno es una pesadilla. Un mosaico de tejidos cicatrizados y tinta china, supongo que con algún capullo dentro, está gritando: "¡VODKA DOBLE CON COCA-COLA! ¡UN PUTO VODKA DOBLE CON COCA-COLA PUES, CAPULLO!" al nervioso personal de la barra. Enfoco la vista sobre las botellas de whisky en el aparador, intentando hacer todo lo que esté en mi mano para evitar sostener la mirada de ese desgraciao. Es como si mis ojos tuvieran vida propia, volviéndose involuntariamente a un lado. La cara se me enrojece  y me hormiguea, como anticipándose a un puño o una botella. Estos capullos son puta mercancía averiada, sonaos de primera división.


Vuelvo con las copas, primero los chupitos para las mujeres, después las pintas.


Entonces sucede.


No he hecho más que poner una pinta de Export delante de Begbie. Le da un trago y a continuación arroja el vaso vacío de su última pinta por encima del balcón, con un movimiento de revés, como si nada. Es una de esas angulosas jarras cuadriculadas con mango, y veo cómo gira por los aires con el rabillo del ojo. Me quedo observando a Begbie, quien sonríe, mientras Hazel y June parecen desorientadas, sus rostros un reflejo de mi propia abrumadora ansiedad.


La jarra se estrella sobre la cabeza de un pirao, que se abre mientras cae de rodillas. Los colegas del muchacho adoptan posturas de batalla, y uno de ellos sale disparado hacia otra mesa y le mete una galla a un capullo inocente. Otro se la mete a un pobre tipo que lleva una bandeja de bebidas.


Begbie está en marcha, bajando las escaleras a todo correr. Está justo en medio del salón.


"¡AL CHAVAL LO HAN RAJAO! ¡DE AQUÍ NO SE VA NI DIOS HASTA QUE YO SEPA QUIÉN HA TIRADO ESTE JODIDO VASO!"


Ladra órdenes a parejas inocentes, grita instrucciones al personal de la barra. El caso es que los capullos de los piraos parecen encantados.


"Tranquilo, colega. ¡Nosotros podemos resolverlo!", dice Vodka Doble con Coca-Cola.


No oigo lo que dice Begbie, pero a Vodka Doble parece que le impresiona. Entonces el Pordiosero le suelta al camarero: "¡TÚ! ¡LLAMA A LA PUTA POLI!"


"¡NO! ¡NO! ¡NADA DE POLIS!", grita uno de los psicópatas privosos. Es obvio que estos cabrones tienen historiales más largos que sus brazos. El pobre cabrón detrás de la barra se está cagando, sin saber qué hacer.


Begbie se yergue, músculos del cuello en tensión. Su mirada iracunda barre la zona del bar y asciende por el balcón.


"¿QUIÉN HA VISTO ALGO? ¿VOSOTROS HABÉIS VISTO ALGO, CAPULLOS?", les grita a un grupo de tíos, capullos tipo Murrayfield, escuela de comercio, que se están jiñando.


"No...", balbucea uno de ellos.


Yo bajo, después de decirles a Haze y June que no se muevan de la barra del balcón. Begbie parece un detective psicópata salido de una policíaca de Agatha Christie, interrogando a todo quisque. La está cagando; es jodidamente obvio. Yo estoy ahí abajo, poniendo una bayeta de barra en la cabeza abierta del pirao, intentando cortar la hemorragia. El capullo no hace más que gruñirme, y no sé si ésa es su manera de mostrar gratitud o si se prepara para pisarme los huevos, pero yo sigo con lo mío.


Un capullo gordo del grupo de psicópatas se acerca a este otro grupo de tíos de la barra y le sacude con la cabeza a uno de ellos. Todo empieza a volar. Chicas gritando, tíos soltando amenazas, empujándose e intercambiando golpes mientras el sonido de los cristales rotos llena la atmósfera.


La camisa blanca de un chico está saturada de sangre mientras me abro paso a través de algunos cuerpos para volver a subir las escaleras hasta Hazel y June. Algún cabrón me sacude en un lado de la cara. Lo había visto a medias por el rabillo del ojo y me he apartado a tiempo, de modo que no he encajado plenamente su fuerza. Me vuelvo y el mamón está diciendo: "Venga, vivales. Venga."


"Vete a tomar por el culo, desgraciao", digo, sacudiendo la cabeza. El tipo está preparado para saltar, pero su colega le coge del brazo, cosa buena, porque yo no estoy preparado para él. El capullo parece un pelín en forma, con aspecto de poder poner su peso detrás de un puñetazo.


"Joder, Malky, no te metas. No tiene nada que ver con ese chaval", dice su colega. Yo sigo sabiamente mi camino. Haze y June bajan las escaleras conmigo. Malky, mi agresor, está zurrando ahora a algún otro capullo. Se ha abierto un hueco en medio de la habitación y guío a Haze y June a través de él hacia la puerta.


"Cuidado con las tías, socio", les digo a dos tíos que están a punto de liarse a hostias, y uno se lanza sobre el otro, permitiéndonos pasar. Fuera del bar, en el distrito de Rose Street, Begbie y otro cabrón, es Vodka Doble, están pateando de la hostia a un pobre cabrón tirado en el suelo. "¡FRAAANK!", suelta June con un grito de esos que hielan la sangre. Hazel se aparta de mí, tirándome de la mano.


"¡FRANCO! ¡VENGA!", grito, cogiéndole por el brazo. Se detiene a examinar su trabajo, pero se sacude mi presa. Se vuelve para mirarme, y por un instante pienso que va a sacudirme. Es como si no me viera, como si no me reconociera. Entonces va y dice: "Rents. Nadie se mete con YLT*1. Tienen que aprender de una puta vez."


"Gracias, colega", dice Vodka Doble, el cómplice en la carnicería de Franco.


Franco le sonríe y le pega al capullo una patada en los huevos. La he sentido.


"Ya te daré yo las putas gracias, ¡cabrón!", se burla sacudiendo a Vodka Doble en la cara, derribándole. Un diente blanco sale volando como una bala de la boca del tipo y aterriza a unos metros sobre las baldosas de la zona.


"¡Frank! ¡Qué estás haciendo!", chilla June. Estamos tirando del cabrón calle abajo mientras el aire se llena del sonido de las sirenas de policía.


"Ese cabrón, ese cabrón y sus jodidos colegas de ahí atrás, ¡ésos son los jodidos cabrones que apuñalaron a mi hermano!", grita indignado. June parece derrotada. 
Aquello era basura. El hermano del Pordiosero, Joe, fue apuñalado en una pelea en un pub de Niddrie hace años. La pelea la buscó él, y no fue herido de gravedad. En cualquiera caso, Franco y Joe se odiaban el uno al otro. Aun así, el incidente había provisto a Begbie del falso armamento moral que necesitaba para justificar una de sus periódicas guerras contra el populacho local propulsadas por el alcohol y la angustia. Algún día se llevaría lo suyo. No había nada tan seguro. Sólo que yo no quería estar ahí cuando sucediera.


Hazel y yo caminábamos detrás de Franco y June. Haze quería marcharse. "Algo le falla a este tío. ¿Has visto la cabeza de ese tío? Vámonos de aquí."


Me sorprendí a mí mismo mintiéndole para justificar el comportamiento de Begbie. Joder, qué horror. Simplemente no podía con su indignación y las molestias que la acompañaban. Era fácil mentir, como hacíamos todos con Begbie en nuestro círculo. Habíamos creado toda una mitología de Begbie con las mentiras que nos contábamos unos a otros y a nosotros mismos. Como nosotros, Begbie se creía aquella mierda. Nosotros jugamos un gran papel en hacer de él lo que era.


Mito: Begbie tiene un gran sentido del humor.
Realidad: El sentido del humor de Begbie sólo se activa ante los infortunios, reveses y debilidades de otros, por lo general sus amigos.


Mito: Begbie es un "tipo duro".
Realidad: Personalmente, no valoraría tanto a Begbie en una pelea limpia, sin su surtido de cuchillos, bates de béisbol, puños americanos, vasos de cerveza, agujas de tricotar afiladas, etc. Yo mismo y la mayoría de mendas estamos demasiado acojonados para verificar esta teoría, pero la impresión sigue ahí. Una vez Tommy expuso algunas de las debilidades de Begbie en una pelea limpia. Tam le dio más faena de la esperada. Con todo, Tommy está cachas, el capullo, y Begbie, hay que decirlo, salió el mejor parado de los dos.


Mito: Los colegas de Begbie le quieren.
Realidad: Le temen.


Mito: Begbie nunca reventaría a uno de sus colegas.
Realidad: Por los general sus colegas se andan con demasiado ojo como para comprobar esta proposición, y en las raras ocasiones en las que lo han hecho, han conseguido desmentirla.


Mito: Begbie respalda a sus colegas.
Realidad: Begbie infla a hostias a inocentes capullines que le tiran la pinta por accidente o chocan contigo sin querer. Los psicópatas que aterrorizan a los colegas de Begbie normalmente lo hacen con impunidad, pues tienden a ser más colegas de Begbie que los tíos con los que sale. Los conoce a todos a través de las redes con denominación de origen, de los colegios, prisiones y los casuals*2, las francmasonerías compartidas por venaos.


En todo caso, estos mitos me proporcionan la base para rescatar la noche.


"Mira, Hazel,  ya sé que Franco es muy suspicaz. Pero es que a su hermano Joe tuvieron que meterlo en un pulmón artificial por culpa de esos tíos. Son una familia muy unida."


Begbie es como el jaco, un hábito. El primer día en la escuela primaria me dice la profesora: "Te sentarás junto a Francis Begbie." Fue la misma historia en la secundaria. Sólo saqué buenas notas en el colegio para poder entrar en una clase de nivel O y alejarme de Begbie. Cuando a Begbie lo expulsaron y le enviaron a otra escuela camino de Polmont*3, mi rendimiento bajó, y me devolvieron junto al grueso de los no aprobados. De todos modos, ya sin Begbie.


Entonces, de chavalín, cuando era aprendiz de carpintero con un constructor de Gorgie, fui a Telford College para hacer los módulos del título nacional en carpintería. Me siento en la cafetería a comerme mis chips cuando quién aparece sino el capullo de Begbie con otro par de psicópatas. Estaban en un concurso de especialistas en metalurgia para adolescentes problemáticos. Al parecer el curso les enseñaba a fabricar sus propias armas metálicas cortantes de destrucción en vez de tener que comprarlas de las tiendas del Ejército y la Marina.


Cuando dejé mi oficio y fui a la Universidad de Aberdeen, casi medio esperaba ver al Pordiosero en la fiesta de los novatos, haciendo papilla a algún gilipollas cuatro-ojos de clase media que se imaginara que le estaba mirando.


Realmente es un cabrón de primera. Sin duda alguna. El gran problema es que es colega y todo eso. ¿Qué se puede hacer?


Apretamos el paso y les seguimos carretera abajo; un cuarteto de gente hecha polvo juntos.


1. Young Leith Team: equipo de fútbol. Por extensión, la "división juvenil de Leith" o "la peña de Leith".
2. Casual: denominación de los jóvenes informalmente vestidos que van a montar bronca a los partidos de fútbol.
3. Reformatorio próximo a Edimburgo.

Comentarios

  1. solo creo en la belleza23 de noviembre de 2012, 19:48

    Este fragmento es de algún guión, novela o algo por el estilo?
    Gracias de antemano.

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  2. Hey. Lo saqué de la novela Trainspotting de Irvine Welsh. Mi edición es de Anagrama.

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